Dr. Antonio Andrés Pueyo.

Catedrático de Psicología del Departamento de Personalidad en la Facultad de Psicología y Profesor de Criminología en la Facultad de Derecho de la Universitat de Barcelona.

5 tendencias que cambiarán la prevención de la delincuencia y la violencia

24 marzo 2017

Quizás una de la tareas más difíciles en la prevención de las conductas violentas y delictivas sea la capacidad de predecir este tipo de comportamientos. Según el Dr. Antonio Andrés Pueyo, director del Máster en Psicología Forense y Criminal y del Experto en Intervención y Gestión de la Delincuencia y Violencia Juvenil de IL3-UB, el hecho que la violencia haya sido hasta hace poco un asunto no prioritario para la práctica clínica y se haya limitado únicamente al ámbito judicial ha provocado que se aborde de manera parcial el fenómeno ya que se ignoraba por completo la imprescindible vertiente de la prevención.

Afortunadamente, en opinión del experto, las cosas están cambiando: “La problemática generada por la violencia ya compete a diversos profesionales. Para su prevención, gestión e intervención –tanto con víctimas como con agresores– se dedican enormes esfuerzos de los que no se libra prácticamente ningún profesional de los servicios que el Estado”. Para confirmar sus palabras, basta con pensar cómo se abordan hoy fenómenos como la violencia doméstica o el bullying en relación a cómo se hacía hace algunos años atrás.

Pero, ¿qué es lo que está cambiando exactamente? Cinco son las tendencias que se detectan en relación a la prevención de la delincuencia y la violencia:

  • La forma de estimar el riesgo de que suceda en el futuro un acto violento ha dejado de ser subjetiva para convertirse en una ciencia en sí misma.

Un ejemplo claro es la actual evolución que vive el sistema penitenciario y de salud mental: hace unos 25 años la predicción en estos ámbitos se basaba en “diagnosticar” la peligrosidad de un delincuente o de un enfermo mental fundamentada en el conocimiento de la biografía, la patología mental y el estado que tenía el paciente o interno penitenciario sobre el que los profesionales pronosticaban el riesgo futuro de nuevos hechos violentos. Esta práctica, que se conoce como “juicio clínico no estructurado” y aún es habitual entre profesionales clínicos, forenses y penitenciarios tal y como detalla el Dr. Pueyo, tiene un alto componente de intuición y subjetividad lo que limita enormemente su capacidad predictiva.

Hoy existe una nueva corriente que está poniendo en práctica modelos de predicción que han abandonado parcialmente el diagnóstico clínico de la peligrosidad y lo han sustituido por la estimación probabilística del riesgo de nuevos hechos violentos y delictivos. Un importante cambio de naturaleza técnica, que bebe de disciplinas como la epidemiología o la salud pública, y que marca un antes y un después en la manera de abordar el fenómeno de la violencia ya que ha mejorado tanto la precisión predictiva, como la objetividad y la transparencia de las decisiones sobre el riesgo futuro de violencia de pacientes e internos penitenciarios. El campo forense y policial, pero también los servicios clínico-sanitarios y sociales, están viviendo en primera persona los beneficios de la evolución desde ‘el ojo clínico’ hacia ‘técnicas actuariales’ o de ‘juicio clínico estructurado’. A medida que se generaliza su utilización se confirma la correcta predicción de actuaciones violentas en determinados contextos.

Dr. Antonio Andrés Pueyo

El Dr. Antonio Andrés Pueyo en una aparición televisiva

  • El concepto de peligrosidad cambia y la fundamentación actuarial gana peso frente a la evaluación simple de la peligrosidad.

La base de la predicción de la violencia futura, hasta hace unos pocos años, era la creencia de que existe de una disposición genérica a la violencia y su reiteración en el tiempo, es decir, la peligrosidad. “La peligrosidad tiene una naturaleza compleja proveniente de una combinación de elementos psicopatológicos, biográficos y sociales. No tiene realmente una gran capacidad predictiva y menos de aplicación general”, comenta el Dr. Pueyo.

Lo cierto es que a medida se ha ido avanzando en el estudio de las causas de la violencia se ha cambiado de paradigma ya que, en muchos casos donde no existe una peligrosidad identificable clínicamente o biográficamente, en cambio sí existe un riesgo de violencia notable y específico. El mejor ejemplo es la violencia contra la pareja en la que un agresor puede ser un individuo socialmente adaptado, sin historial criminal o delictivo ni patologías mentales más o menos graves y ser un peligroso maltratador exclusivamente de su pareja o expareja.

La concepción actual tiene que ver con el conocer qué combinación de riesgos existen en un momento dado para pronosticar qué puede pasar en un futuro inmediato. Tal y como detalla el Dr. Pueyo, los anclajes empíricos para la predicción son tres: identificar qué queremos predecir, qué factores de riesgo están presentes y seguirán influyendo en el momento de la valoración y qué escenarios futuros son los que rodearán al sujeto con más probabilidad. De esta combinación de elementos –y por medio de herramientas estadísticas formales– surge la información básica acerca del riesgo futuro de violencia que facilita al profesional la tarea pronóstica y preventiva

  • La forma en identificar los diferentes factores de riesgo y protección asociados a los diferentes tipos de violencia se ha objetivado por el impacto de otras disciplinas científicas.

En los últimos 30 años ha habido una explosión de estudios epidemiológicos, biológicos, criminológicos, psiquiátricos, psicológicos, sociológicos e incluso económicos sobre las causas y las consecuencias de la violencia. Todos estos estudios, que siguen las metodologías empíricas, han cambiado definitivamente las bases de la prevención y la comprensión de la violencia.

Como consecuencia, se han aparcado en gran medida las prácticas basadas en las distintas teorías explicativas de la violencia  y se han sustituido por nuevos procedimientos basados en la nueva corriente denominada “práctica basada en la evidencia” puesto que la investigación ha facilitado un conocimiento empírico de gran aplicabilidad.

“Hoy disponemos de un gran conocimiento sobre los factores de riesgo y protección propios de cada tipo de violencia –sexual, contra la pareja, psicológica, filio-parental…– e, incluso, para tipos de poblaciones –hombres, jóvenes, mujeres, minorías­–.” La clave, según remarca el Dr. Pueyo es que no se limita a reconocer qué factores de riesgo/protección son importantes para cada tipo de violencia, sino que se dispone de una estimación de su tamaño de efecto, lo que permite priorizar en las intervenciones aquellos factores más importantes.

  • Hoy los expertos cuentan con nuevas herramientas o guías para poder establecer mediante criterios objetivos una adecuada predicción del comportamiento violento.

A partir de trabajos como el de Robert Hare y la construcción de la PCL (Lista de Chequeo de la Psicopatía), el VRAG proveniente del ámbito psiquiátrico –de las que se derivan nuevas herramientas como Static-99, SVRAG…– o instrumentos de valoración como el SARA en relación a la violencia doméstica, hemos visto el nacimiento de más 400 herramientas nuevas o adaptaciones de estas propuestas.

“Esta explosión de nuevas herramientas las ha convertido en muy específicas”, confirma el Dr. Pueyo. Existen para predecir la violencia en personas afectadas por enfermedad mental (HCR-20 V3, CoVR…), para jóvenes (SAVRY, LSI-J…), para agresores sexuales (ERASOR SVR-20, RSVP…), instrumentos para valorar solamente factores de protección (SAPROF), para evaluar riesgos de violencia contra las mujeres (SARA, DVRAG, SAM…), y un largo etcétera.

En España disponemos de adaptaciones de la PCL-R, del HCR-20 V3, del SVR-20, del RSVP, de la SARA, del SAVRY, del LSI, entre muchas otras, y además, se han construido herramientas propias entre las que destacan unas para predecir violencia de género y de pareja, como son el protocolo VIOGEN, el EPV-R y el RVD-BCN, e incluso para violencia ejecutada por jóvenes, el VRAI.

  • La formación en prevención e intervención es un imprescindible al que no puede renunciar el profesional (psicólogos, policías, criminólogos, servicios sociales…)

El uso de nuevas técnicas y herramientas para mejora sustancial de la tarea predictiva y, por tanto preventiva, exige a los profesionales una formación especializada en la materia, no hace más que sumar a su intuición clínica en relación a la evaluación de la violencia.

El uso adecuado de estas herramientas permite a los profesionales hacer más transparentes y contrastables sus decisiones a los ojos de cualquier observador o analista externo. “La predicción de la violencia no consiste en adivinar lo que va a hacer una persona en el futuro. Los técnicos sólo pueden estimar el riesgo de lo que puede pasar pero, para ello, deben utilizar todos los recursos mentales propios, informacionales y técnicos a su disposición”.

Fuente: Entrevista al Dr. Antonio Andrés Pueyo en INFOCOP

¿Sabías que...?

El Dr. Antonio Andrés Pueyo es director del Máster en Psicología Forense y Criminal del IL3-UB, una especialización indispensable que capacita para ejercer como psicólogo forense y experto en el campo criminológico dentro del ámbito de la Administración de Justicia, que te aporta las competencias para una intervención, atención y tratamiento de la delincuencia y la violencia interpersonal y de género, así como otros conflictos de derechos personales.  

Además, es también director del Experto en Intervención y Gestión de la Delincuencia y Violencia Juvenil de IL3-UB, que aporta los conocimientos y habilidades para una intervención eficiente de menores infractores.

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