Javier Martínez Aldanondo: «La primera evolución es repensar lo que estamos enseñando»

14 noviembre 2016

Education Insights ha tenido la suerte de entrevistar a Javier Martínez Aldanondo, Gerente de gestión del conocimiento de Catenaria, consultora especializada en aprendizaje y gestión del conocimiento, y director de Knoco Ltd, así como Consultor de la ONU y del Banco Mundial en el área de gestión del conocimiento, y del Banco Interamericano de Desarrollo en el ámbito de comunicación y aprendizaje. Este reconocido experto dio una conferencia sobre el futuro de la educación en nuestras instalaciones.

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¿Cuál dirías que es la principal evolución a la que han de hacer frente los modelos educativos hoy?

El principal desafío tiene que ver con reconocer que el mundo en el que vivimos es muy distinto al que existía cuando los modelos educativos fueron diseñados. Hay que adaptar la educación a la realidad en la que estamos viviendo hoy, básicamente, a través de dos líneas de trabajo. La primera evolución es repensar lo que estamos enseñando: estamos enseñando cosas que no son muy útiles en cambio estamos dejando de enseñar cosas que cuando somos adultos nos damos cuenta que son fundamentales. La segunda tiene que ver con cómo estamos enseñando. Seguimos cautivos de un profesor que cuenta cosas, unos alumnos que escuchan y unos exámenes para confirmar que se recuerda lo que se escuchó y eso no da resultado. Si la vida de la gente consiste en hacer cosas, hay que enseñar a hacer cosas.

La innovación en educación ¿Pasa necesariamente por la tecnología?

Pasa por plantearse qué cosas hay que cambiar. Y eso no pasa necesariamente por la tecnología. No siempre hay que innovar, sin embargo, siempre hay que estar pensando en qué innovar. Es una cosa distinta: innovar significa revisar qué cosas no me funcionan y hacerlas de una manera diferente. La tecnología puede ser parte de la respuesta, facilita hacer cosas que muchas veces los medios y los recursos tradicionales no te ofrecen, pero no es obligatoria. Aunque también reconozco que muchos de los desafíos que vienen sin tecnología va a ser muy difícil abordarlos. Es parte de la respuesta pero no es un sinónimo ni un elemento imprescindible.

¿Qué debe hacer el profesional de la educación para liderar esta evolución?

Hay un par de reflexiones alrededor de esa pregunta. Nadie es profesional de la educación si no le apasiona el proceso educativo y de aprendizaje, lo que te lleva a estar siempre en un estado de revisión critica con el objetivo de mejorar. Ahí hay una componente que es personal: si tú no quieres cambiar, es muy limitado lo que pueda ocurrir. Además de ello, tampoco puedes cambiar solo. Necesitas que el entorno donde estás participando te acompañe en el proceso. Pero el punto de partida siempre es uno mismo: ¿Estoy haciendo lo que corresponde? ¿Hay otra manera de hacerlo?, y a partir de ahí que la institución donde estás te de apoyo en la evolución.

¿Qué impacto tiene en las organizaciones aplicar esta nueva mirada educativa?

Todo depende del límite al que lo llevemos. Personalmente no veo limite a las preguntas. Deberíamos preguntarnos todo. Leía una entrevista que aseguraba que la mayor parte de las universidades van a desaparecer… Es una predicción temeraria pero es una reflexión muy válida: no sabemos qué es lo que va a ocurrir. Lo que sí que está claro es que la educación cambiará y con ello cambiará el rol que asumen los profesores y las instituciones. Eso implicará una apertura de mente para cuestionarse el modelo.

El objetivo no es tener un sistema. Es crear un entorno para que las personas aprendan aquello en lo que estamos de acuerdo necesitan para desenvolverse en el mundo. Yo creo que habría que estar dispuesto a reinventarse y reorganizarse de la mejor manera posible para que este objetivo se alcance. Y eso significa perder poder y entender que la manera en la que hemos concebido las organizaciones no tiene porqué ser igual. Cambiaran los procesos, las metodologías, las tecnologías, las formas de organizarse… Hay que estar abierto a esa exploración. La realidad ya nos dirá cual es el resultado.

¿Cuál es el flujo idóneo para que esta evolución se lleva a cabo en todas las instituciones educativas?

¡Es la carta a los Reyes Magos! En un mundo ideal sería, que desde el ámbito de mayor responsabilidad, donde se fijan las políticas educativas, hubiera conciencia sobre qué tipo de país queremos, qué tipo de ciudadano tiene que habitar en ese país, y por tanto, qué tipo de sistema hemos de construir. Sin embargo, quienes toman las decisiones, no han hecho esta reflexión y no tienen mucha idea de lo que es el sistema educativo en sí.

Luego, hay otros dos pilares: qué pasa con los alumnos que van al colegio obligados, sin motivación. Cuando alguien no quiere recibir un servicio tienes que hacer un esfuerzo gigante para convencerlo. Y el segundo pilar: que profesores e instituciones se den cuenta que al modelo que nos trajo hasta aquí hay que darle gracias y avanzar hacia una nueva propuesta que nos permita afrontar los retos que van a venir de aquí en adelante. Si se dan esas tres fuerzas –un mundo político que entiende, un mundo educativo que sabe que se tiene que transformar y un mundo estudiante que considera que no es una obligación sino una herramienta de futuro– se producirá la tormenta perfecta en el sentido positivo.

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