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Ciudades y ecosistemas innovadores

Las ciudades son hoy en día los agentes activos de la Globalización. La ciudad es el espacio del comercio, los negocios y de la toma de decisiones. En las ciudades se produce el intercambio de ideas, se concentra el talento y se generan focos de innovación y de creatividad. Muchas de las grandes metrópolis del mundo son actualmente grandes actores de la economía global. Mediante la integración de sus propias capacidades y las inversiones que son capaces de atraer, hoy muchas de ellas son líderes mundiales en términos de generación de riqueza.

Por otra parte, en esta sociedad líquida actual, los problemas están asociados a sistemas cada vez más complejos y ya no nos sirven las soluciones simples, o simplistas, propias de la cultura industrial. Por ejemplo, para hacer frente al reto de promover el emprendimiento en un territorio tenemos que entender y ser capaces de operar en un complejo ecosistema emprendedor, formado por muchos elementos que interactúan y cambian a gran velocidad. No basta crear una incubadora municipal. Necesitamos otras herramientas metodológicas y otros nuevos modelos conceptuales.

En este sentido, se puede definir un «ecosistema innovador» como un entorno constituido por diversos organismos y funciones interrelacionadas que tienen por finalidad promover la innovación y a partir de ella el crecimiento económico de un territorio. El aspecto más relevante para que podamos hablar de un verdadero ecosistema innovador se encuentra en definir las funciones de estos organismos con relación al conjunto y en conseguir una adecuada interacción entre ellos.

Los ecosistemas innovadores son entornos capaces de transformar conocimiento en valor económico. Del análisis de los ecosistemas innovadores más relevantes del mundo salen los siguientes factores de éxito:

  1. Una sólida base de formación universitaria politécnica.
  2. Permeabilidad entre empresa y universidad.
  3. Masa crítica de investigación.
  4. Implicación de empresas y de profesionales externos en los procesos de innovación.
  5. Actitud del profesorado orientada al emprendimiento y la comercialización de la investigación.
  6. Objetivo del proceso de innovación: valorar los resultados de la investigación.
  7. Especialización-concentración en grandes retos y en áreas de conocimiento multidisciplinares.
  8. Cultura emprendedora en actitudes y valores.
  9. Interrelación espacio-innovación.

Todos estos factores no aparecen de repente y por arte de magia. Es evidente que las políticas públicas y la actuación de los otros agentes de la llamada cuádruple hélice (empresas, instituciones de conocimiento y sociedad civil, junto con la referida administración) son determinantes para la creación y la consolidación de los ecosistemas innovadores.

Actualmente, las ciudades y las regiones más dinámicas desde un punto de vista económico son aquellas capaces de desarrollar entornos urbanos que se configuran como ecosistemas innovadores, en los que se favorece de manera natural la transferencia del conocimiento hacia el sistema económico. El resultado es el desarrollo de empresas intensivas en conocimiento, con visión global y fuerte crecimiento, lo que repercute favorablemente en la economía de las regiones implicadas.

Para que una ciudad se constituya en ecosistema innovador debe contar con elementos importantes, como un sistema de centros de investigación científica; universidades de nivel internacional, tal vez no de las primeras de los rankings, pero con algunas facultades y escuelas muy bien situadas; escuelas de negocio y muchas empresas innovadoras competitivas en el ámbito internacional. A menudo no se cumplen algunas de las condiciones anteriores, pero ello no debería desanimar a los promotores de un distrito innovador, puesto que el propio proyecto debe identificar los puntos fuertes y débiles y promover aquellos aspectos más deficitarios.

Un aspecto para tener en cuenta es que las empresas existentes deberán adaptarse a las condiciones de la competencia internacional del siglo XXI. Esta nueva etapa histórica obliga a un pacto público-privado que permita potenciar las actividades de gestión de la innovación internas en la empresa. Un pacto público-privado que también debe promover aquellos elementos del sistema innovador que, como los centros de investigación y desarrollo tecnológico o un sistema educativo más alineado con las necesidades del sistema económico, faciliten la innovación de las empresas. Si no se dispone de un sistema innovador, un real ecosistema con una dinámica propia que vaya creciendo y aumentando su complejidad como los que hay en las economías más dinámicas del mundo, no hay que desanimarse, es cuando debemos dotarnos de un proyecto ambicioso y realista como el que se dibuje en el presente libro.

Actualmente disponemos de literatura que analiza casos concretos de ciudades en todo el mundo con ecosistemas innovadores:

Para el estudio de casos, a Barceló y Oliva (2.002) se lleva a cabo un análisis de los ecosistemas innovadores existentes en veinte ciudades del mundo, caso de Boston, Los Ángeles o Nueva York (EE. UU.), Bangalore y Hyderabad (India), Hsinchu (Taiwán) y otros de Corea y Japón, y de barrios concretos en Londres, Estocolmo, Helsinki o Cambridge en Europa. Posteriormente a Barceló y Guillot (Ed. Pirámide 2013) se hace hincapié en otros entornos, como los del MIT en Boston y Seattle (ambos en EE. UU.), el Citytech de Londres, la ciudad de Espoo en la región de Helsinki o el caso de Berlín.

El análisis del ecosistema innovador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Boston resulta muy interesante, tanto por su creciente complejidad como por sus resultados económicos. En el análisis se observa la presencia de factores destacados como la multiplicidad de actores, su interacción y el hecho de que para cada etapa de la cadena de valor del conocimiento (desde la investigación básica y aplicada hasta una empresa establecida, pasando por la valoración comercial, la creación de «spin-offs» y su crecimiento) están las funciones y servicios apropiados que apoyan y facilitan el proceso en su conjunto.

Un estudio publicado por la prestigiosa Fundación Kauffman en febrero de 2009 indica que gracias a este ecosistema innovador habrían creado 25.800 empresas actualmente activas fundadas por ex alumnos del MIT, con una ocupación alrededor de 3,3 millones de trabajadores y unas ventas anuales de 2 billones de dólares, cifra superior al PIB español, produciendo el equivalente a la undécima potencia económica del mundo.

IL3

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