Existen tres niveles de intervención en Atención Temprana que permiten abordar situaciones anómalas en el desarrollo de los menores. Conocer las características de cada uno de ellos y sus objetivos nos permitirá aplicar las acciones más adecuadas en cada etapa.
Cuando hablamos de intervención temprana nos referimos a la atención que se presta a bebés y niños pequeños que padecen retrasos y discapacidades en su desarrollo, así como a sus familias.
Esta atención puede incluir terapias del habla, físicas y de otros tipos, en función de las necesidades de cada niño y de su familia.
En definitiva, se trata de distintas acciones que buscan el desarrollo del menor, dando respuesta a sus necesidades en cada etapa, ya sean transitorias o permanentes, cuando este presente un trastorno o tenga riesgo de padecerlo.
Desde el punto de vista teórico, existen diferentes modelos de intervención. Los más destacados son:
Todas estas teorías tienen elementos y principios comunes como: intercomunicación del niño con su medio, aprendizaje activo, consecución de objetivos funcionales, participación de los padres, etc.
Podemos distinguir tres niveles principales en la intervención en Atención Temprana, que comprenden las actuaciones profesionales a llevar a cabo entre los 0 y los 6 años:
En el nivel de prevención primaria se engloban medidas universales de atención, protección y promoción de la salud con las que se pretende llegar a todas las familias.
Se busca el bienestar de niños y familias y comprende derechos como la asistencia sanitaria o el permiso por maternidad/paternidad.
En este nivel hay que identificar y señalar circunstancias que pueden ser relevantes para el desarrollo de normas y derechos que promocionen y protejan el desarrollo infantil.
En el nivel de prevención secundaria, el objetivo es detectar lo antes posible las necesidades de los niños ligadas a enfermedades, trastornos o situaciones que pueden representar un riesgo para ellos.
Se busca un diagnóstico precoz, algo imprescindible para poder intervenir cuanto antes. Para ello, existen programas y protocolos especiales ante determinadas situaciones de riesgo. Por ejemplo: niños prematuros, madres adolescentes, madres con más de 35 años, etc.
En esta etapa deben implicarse los padres pero, también, pediatras, obstetras, educadores, trabajadores sociales, etc.
El nivel de prevención terciaria se pone en marcha cuando ya se ha detectado la existencia de algún problema y tiene el objetivo de prevenir el avance de esa situación y de los factores que puedan influir en el desarrollo del menor.
En este caso, se llevan a cabo actuaciones encaminadas a remediar esas situaciones, como pueden ser el nacimiento de un bebé con discapacidad, la aparición de algún trastorno durante el desarrollo del niño, etc.
El objetivo será mejorar las condiciones de desarrollo del menor, a través de actuaciones en las que no sólo éste está implicado sino también su entorno.
Es muy importante iniciar este nivel de intervención en cuanto se detecte alguna anomalía en el desarrollo del niño y hacerlo de forma planificada y coordinada, con carácter interdisciplinar.
Para poder aplicar cada nivel de intervención en Atención Temprana cuando es necesario, la intervención de los especialistas es fundamental. Por ello, la Formación de Postgrado en Intervención en Atención Temprana: Primera Infancia y Familia de IL3 es tan importante para los profesionales que tienen que abordar este tipo de situaciones.
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