A finales del siglo XIX Cesare Lombroso, un psiquiatra italiano movido por convicciones humanitarias, demostró que muchos de los autores de delitos violentos estaban afectados por trastornos mentales. Describió casos de homicidas y de agresores sexuales con graves alteraciones mentales congénitas e incurables. A partir de estas observaciones formuló su teoría sobre la peligrosidad criminal asociada a las enfermedades mentales. Su teoría ha sido muy influyente tanto en las leyes como en las creencias populares que asocian la locura y la violencia. Desde entonces la creencia de que hay una relación causal entre enfermedad mental y violencia forma parte de nuestra cultura y emerge cada vez que nos urge comprender los porqués de la violencia.
Las causas de la relación entre enfermedad mental y violencia son desconocidas pero sí que hay dos aspectos destacados a considerar en este binomio. Uno de naturaleza positiva, ya que se ha consolidado la idea de que los enfermos mentales graves que delinquen no son culpables y por tanto son jurídicamente inimputables. La ley penal trata de modo distinto a quién comete un delito bajo los efectos de un grave trastorno mental como una demencia o una psicosis. Se considera irresponsables penalmente a quienes no comprenden la ilicitud de sus actos o son incapaces, voluntariamente, de controlarlos. El libre albedrío, elemento básico para atribuir la culpabilidad está rofundamente afectado por la enfermedad mental grave. El elemento negativo de esta tradición es la asociación de la peligrosidad criminal con la enfermedad mental. Esta idea es el sustento de la perniciosa estigmatización que considera a los enfermos mentales peligrosos y violentos.
Prevención
Hemos de abandonar la vieja y prejuiciosa idea de la que peligrosidad criminal esta asociada a la enfermedad mental. Si hablamos de violencia y enfermedad mental hay que decir, en primer lugar, que estos enfermos están más expuestos a sufrir la violencia como víctimas que a ejercerla como agresores. A su vez, especialmente cuando el trastorno mental está activo, tienen más riesgo de encontrarse en situaciones conflictivas y, por tanto, es más probable que recurran al uso de la violencia. Los enfermos mentales presentan una probabilidad algo mayor que aquellos no afectados por un trastorno mental pero, y esto es importante, ante situaciones conflictivas similares. Los mismos factores que aumentan el riesgo de violencia en cualquier persona, como el consumo de drogas, las actitudes antisociales, el aislamiento social, etetéra también influyen en las personas con enfermedades mentales incrementando su riesgo de actuar violentamente. Hoy podemos afirmar que del mismo modo que la enfermedad mental es tratable, sabemos que la violencia se puede prevenir.
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