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Herramientas de coaching para la gestión de equipos en un entorno VUCA

Con la finalidad de facilitar unas pautas de desarrollo de recursos personales que nos permitan gestionar mejor nuestra energía y nuestro bienestar, partimos de una afirmación de Richard E. Boyatzis quien dice que los grandes líderes tienen sintonía entre mente, cuerpo, corazón y espíritu. Suponiendo que estemos de acuerdo, al menos en parte, ¿cómo ponerlo en práctica?

Para responder concretamente a esa cuestión, nos centraremos en los puentes que existen entre el ámbito del lenguaje, el de las emociones y la corporalidad.

En nuestras sesiones presentamos la gráfica que se ve a continuación, mostrando sólo los ejes (tensión/rendimiento). Nos referimos a tensión corporal, física (“el grado de revoluciones”) y al rendimiento que conseguimos en nuestra actividad laboral o cotidiana. Pedimos a los asistentes que la representen o imaginen y tras un pequeño debate: “para conseguir más resultados lo que hay que hacer es aplicar más tensión” (algunos jefes o empresas aún emplean este paradigma); “no eso tiene un límite” (afirman otros), llegamos a consensuar la línea punteada, que es la científicamente comprobada.

La importancia de tener clara esa línea, es que, en cada zona de la curva, la tensión física, corporal, abre o cierra espacio a determinadas emociones. Así, en el extremo de la derecha, sólo existen tres opciones: miedo, ira o bloqueo. En el extremo izquierdo, tenemos sólo tristeza, apatía o, muy al límite, depresión. A su vez, esas emociones abren o cierran espacio cognitivo. En presencia de ira, miedo o bloqueo, nuestras respuestas son repetitivas, nuestra atención está en efecto túnel y no podemos escuchar de verdad, ni integrar información nueva de manera efectiva, ni ser creativos. Sólo repetimos respuestas pasadas y conocidas, sean o no las más convenientes.

En cambio, en la zona óptima, podemos utilizar nuestros mejores recursos, experimentar todas las emociones de manera consciente y gestionarlas eficazmente. También podemos obtener buen rendimiento con poco desgaste y disfrutar a la vez de nuestra actividad. ¿Interesante? ¿Cómo se activa esa zona? ¿Podemos entrar en ella a conciencia? Y lo que es más importante quizás, ¿cómo podemos mantenernos ahí el mayor tiempo posible? Hay recursos corporales que nos ayudan a ello, por eso en nuestras sesiones utilizamos la respiración y técnicas corporales muy rápidas que provienen de artes marciales como el aikido. Todo ello nos facilita gestionar la postura y la tensión con eficacia.

Además de estas técnicas, hay otros elementos puramente verbales que tienen la capacidad de inducir en nosotros estados físicos determinados que nos restan o amplifican nuestros recursos.

Veamos ejemplos concretos y muy presentes en nuestras situaciones cotidianas. Nuestro cerebro cuenta con dos circuitos cerebrales distintos: el del miedo y el de la recompensa. Cada uno de ellos puede ser activado por diferentes estímulos físicos o situaciones, pero también por los estímulos lingüísticos. Las consecuencias de activar uno u otro cambian totalmente nuestro estado corporal, nuestra emoción y nuestra capacidad cognitiva. El del miedo, literalmente “nos arruga”, nos resta consistencia física. El de la recompensa, en cambio, nos mantiene estables, sólidos y firmes. (En nuestras sesiones demostramos esta realidad con ejercicios corporales que siempre sorprenden, por lo inesperados y por lo palpables que resultan).

En el siguiente gráfico concretamos qué elementos activan cada uno de los circuitos:

Cuando tenemos esa transparencia delante, preguntamos si la mayor parte de las situaciones habituales, pueden replantearse y enfocarse de manera acorde con las opciones de la derecha. Normalmente se reconoce que efectivamente, requiere una toma de conciencia y un esfuerzo consciente de guiar nuestra atención hacia otro marco más favorable, pero sí que se puede. Frente a comentarios o preguntas orientadas hacia el problema, la dificultad, la gravedad o la culpa, se pueden plantear preguntas como:

  • ¿Qué es lo que quieres conseguir concretamente?
  • ¿Cuándo lo quieres obtener? (fecha)
  • ¿Cómo sabrás que lo has obtenido?
  • ¿De qué recursos dispones para obtenerlo?
  • Si lo tuvieras, ¿qué más cambiarías o mejorarías?
  • Supón que lo hubieses conseguido, ¿qué ves?, ¿qué entiendes?, ¿qué sientes?

Trabajar con este enfoque supone ayudar a la otra persona (o a nosotros mismos) a salir de un bucle o espiral negativa y a recuperar nuestros recursos y redirigirlos con proactividad y positividad hacia lo que realmente nos interesa (en vez de enterrarlos en lo que no nos interesa). En la práctica, supone contribuir a que nuestros compañeros o colaboradores estén “enteros” y firmes, frente a los desafíos que enfrentamos.

 

IL3

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