«La violencia machista se acaba despersonalizando, normalizando y, finalmente, invisibilizando»

11 abril 2016

¿Cuál es el estado actual de la violencia doméstica contra mujeres? Hoy tenemos la suerte de poder entrevistar a Meritxell Vegué, Directora del Servicio de Intervención Especializado en ABD (Associació Benestar i Desenvolupament).

¿Cómo ha evolucionado el fenómeno de la violencia hacia las mujeres en los últimos años?

Quiero creer que evoluciona a mejor, con más sensibilización por parte de la ciudadanía en general. Cada vez es más extendido el rechazo que genera y la asunción de que la violencia machista no es algo privado que pasa de puertas adentro de los hogares, sino que es una lacra social que nos interpela a todos (instituciones y ciudadanía) y se manifiesta con la violencia física en el seno de las relaciones de pareja, así como en otros ámbitos y por otros canales (laboral, redes sociales, en la calle, en el cine, instituciones, etc.). Asimismo, se va extendiendo la comprensión de que no solo afecta a las mujeres, sino también a sus hijos e hijas, el entorno relacional y, en definitiva, al conjunto de la sociedad.

A su vez, también hay un incremento de detección de comportamientos de acción y de aceptación de la violencia machista en población cada vez más joven, y que hay recursos infrautilizados (por ej. órdenes de protección) y otros con escasa dotación de medios para su desarrollo total. Asimismo, si bien se dan pasos importantes para evidenciar que las desigualdades y discriminación por razón de género sostienen la violencia machista, al mismo tiempo también recibimos mensajes de forma constante y continuada en los que hay una segregación por géneros sobre las funciones y roles que debemos desarrollar, tanto dentro como fuera del hogar, y que denotan la supremacía y dominio de uno sobre el otro. Mensajes tan frecuentes y constantes que se acaban por normalizar y normativizar, por eso son invisibilizados, lo que dificulta ser consciente y vincularlos con actos o acciones de la vida cotidiana o noticias aisladas de violencia machista.

¿La violencia machista es ya un tema visible o aún se esconde? ¿Quién debería tener un papel relevante en la difusión de este problema?

Ambas cosas a la vez. Por un lado, se muestra más, así que se supone que se visibiliza más, tanto que, como te decía antes, se acaba despersonalizando, normalizando y, finalmente, invisibilizando. Otras causas de su invisibilidad es que se atribuye a hechos aislados, a un determinado grupo de población, a características individuales de las personas implicadas o a una hipersensibilidad de quien expresa la agresión. Es decir, que quizás se habla más y de forma más abierta, pero al mismo tiempo esto tiene el efecto perverso de invisibilizarla o terminar teniendo una imagen estereotipada de lo que es la violencia machista (normalmente se entiende la violencia machista como violencia física entre la pareja) y de cómo son la víctima y el agresor. Lo que no se ajusta a este estereotipo queda invisibilizado como violencia machista. No obstante, considero avances todo lo que sea ir situando la violencia machista en la esfera pública y social, saliendo del ámbito doméstico y/o privado, ya que para poder tener lugar un acto de violencia machista es necesario que desde otros estamentos de la sociedad sea legitimizado de alguna manera, se conciba como posible, por lo menos a nivel del imaginario remitiendo a un mandato de subordinación/supremacía de unos sobre otros.

Cuando se dice “tolerancia cero a la violencia machista” se implica a toda la sociedad (personas e instituciones) a estar alerta a cualquier señal o sesgo hacia la desigualdad y la segregación, la imposición y el abuso de poder, la cosificación y desvalorización (no solo de las mujeres, sino de todo el mundo como persona), y desde el ámbito de competencia de cada uno actuar en consecuencia. No hay que esperar a encontrarnos ante las situaciones más flagrantes, vistosas o en situaciones aparatosas en cuyo caso deben actuar las instituciones y profesionales preparados para hacerlo.

Violencia Machista

Este 2016 hace 12 años de la vigencia de la Ley Integral contra la Violencia de Género en España, una norma que se ha valorado como determinante pero insuficiente para muchos expertos y expertas. ¿Es efectiva la ley? ¿Debería mejorarse? ¿Cómo?

Tanto la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre de medidas de protección integral, como la Ley 5/2008 del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista representan un gran avance por el grado de consenso con el que fueron aprobadas, por su contenido y por el compromiso y posicionamiento institucional hacia la violencia machista. Supone un reconocimiento explícito de los efectos de la violencia machista, de su multidimensionalidad y de la necesidad de un abordaje integral y multidisciplinario para hacerle frente. Este amparo da en principio la cobertura legal que legitima tratar la violencia machista como un hecho complejo que se canaliza, manifiesta y afecta a varias áreas de la vida personal, tanto pública como privada, a través de varios canales y formas de expresión (por ej. la Ley 5/2008 recoge y define diferentes formas de manifestación de la violencia machista: violencia física, psíquica, económica, etc.). Por ello es necesario su abordaje integral, multidisciplinario y en red (coordinadamente). La ley lo reconoce y así lo establece. Fue a partir de esta legislación que se pudieron diseñar e iniciar servicios de atención especializada en violencia machista (como por ejemplo los SIE) articulados con la red pública de servicios de atención a las personas y los circuitos de violencia machista definiendo protocolos de actuación conjuntos.

Ahora bien, otra cosa es que no se hayan desplegado en su totalidad y que el conjunto de profesionales que lo tienen que aplicar hayan asumido e incorporado sus principios fundamentales y, por tanto, hagan uso de forma exhaustiva en todos los ámbitos: seguridad, protección de los menores, cobertura de necesidades y vivienda, amparo jurídico, ingresos económicos, etc. El proceso de recuperación de las secuelas cuenta con la dotación de recursos suficientes y su coordinación para dar la cobertura y el tiempo necesarios que cada caso requiere.

Sin embargo, mientras las mujeres y sus hijos realizan el proceso de recuperación de la situación de violencia machista son más vulnerables y tienen menos capacidad de afrontar contingencias de la vida cotidiana. A menudo, durante este proceso, aparecen otras dificultades (trabajo, enfermedades o problemas de salud, vivienda, etc.) que impiden que se desarrollen en igualdad de condiciones en su entorno para cubrir sus necesidades básicas y prepararse para el futuro (por ej. formación continua, desarrollo profesional, etc.). Esto no lo contempla ni lo compensa nadie; aún queda camino por recorrer.

¿Cuál sería una buena solución para este problema? ¿Un trabajo conjunto con diferentes actores sociales? ¿Una ley más efectiva? ¿Una tarea educativa en el campo de la prevención?

Compromiso auténtico del conjunto de la sociedad civil, las administraciones y las instituciones. Por lo tanto, un cambio de paradigma en el que se pase de entender que la violencia machista es un tema de mujeres contra hombres y viceversa, a asumir de forma comprometida y auténtica que todo el mundo tiene algo que ver y hacer en cuanto a la violencia machista. Tanto acciones de gran alcance y que tienen relación con la capacidad de organizar y estructurar la sociedad (leyes, instituciones, recursos, dotaciones presupuestarias, contenidos curriculares, salud, prestaciones, protección social, cobertura de necesidades básicas, etc.), como las acciones de menos recorrido, pero no por ello menos importantes, como salir del paradigma del dominio de uno sobre el otro y asumir la coexistencia con diferencias de género, de ciclo vital, diferencias personales, pero en igualdad de derechos y oportunidades. Hay que actuar más desde la complementariedad, complicidad y solidaridad que desde la imposición y dominación. Si este cambio de paradigma y compromiso auténtico se aplicara a todas las áreas de la vida cotidiana y de la organización del conjunto de la sociedad, no sé si se resolvería del todo la violencia machista, pero seguro estaríamos en otra disposición.

Participación comunitaria: esta perspectiva de intervención favorece el lazo del sujeto con lo social, por tanto, la persona encuentra donde depositar y ser reconocida en su subjetividad, vincularse a su entorno inmediato y sentirse miembro, formar parte de él y sujetarse simbólica y materialmente a su entorno. Además, las iniciativas de participación comunitaria a menudo se desarrollan desde entidades muy ligadas al territorio, lo que permite un lazo con el entorno social más cercano y, por tanto, desarrolla un sentimiento de pertenencia concreto y real que puede tomar varias formas y grados de participación, pero que siempre tiene que ver con el entorno social más inmediato. La persona se convierte en alguien en su territorio (geográfico y simbólico) más cercano y tiene un lugar posible, es reconocida, recibe, aporta, interactúa e intercambia.

Desde esta perspectiva y potencial de la participación comunitaria, se puede vehicular la intervención hacia valores de equidad y de igualdad de derechos y oportunidades, a promover la inclusión, revirtiendo una lógica de exclusión (y exclusividad) que genera mucho malestar (individual y colectivo). La perspectiva de género debe formar parte de este modelo, así como la inclusión, la cohesión, etc. En relación con la violencia machista, el vínculo social, el no aislamiento es un gran elemento de lucha contra la violencia machista, tanto en el eje de prevención y sensibilización, como en el de atención y recuperación de la situación de violencia machista. Tanto el lazo social como la inserción sociolaboral pueden convertirse en un punto de inflexión hacia la autonomía y el nuevo proyecto de vida libre de violencia. Finalmente, son los vínculos personales, territoriales y simbólicos los que nos dotan de los anclajes y parámetros que sustentan la propia existencia y proyecto de vida.

Quiero hacer mención expresa que a menudo hablamos de mujeres que viven y salen de la situación de violencia machista y que estas mujeres no solo luchan por revertir la propia situación y restablecer los efectos a menudo devastadores de la violencia machista, sino también la de sus hijos, que también tienen que hacer el proceso de recuperación y seguir desarrollándose como personas y sujetos sociales. Estas mujeres, decía, son el motor de su propio proceso y el de de sus hijos y a menudo el camino se hace muy cuesta arriba y lleno de incertidumbres. Es aquí donde el anclaje y vínculo con lo social puede convertirse en un punto de partida para seguir avanzando, lo que se realiza fundamentalmente a través de la participación comunitaria y la inserción laboral.

Si se te ocurre algo más para tratar o recordar, o quieres hablar de algo…

Sin pretender abordar todo en esta entrevista, me gustaría hacer un apunte sobre la situación de los hijos y las hijas que se encuentran inmersos en la violencia machista, dirigida directamente a ellos, a su madre o al entorno: en su posición natural de subordinación a los progenitores, quedan expuestos a un sufrimiento y daño que no merecen ni corresponde y sus efectos son muy perniciosos dado el momento vital en que ocurren.

No me posiciono en un modelo determinista y rígido, más bien parto de que las situaciones y experiencias pueden revertirse, reparar las secuelas e incluso sacar aprendizajes muy útiles, pero debería ser posible conseguirlo con menos coste personal y social, asumiendo una implicación comprometida de aquellos que deben velar para su protección, bienestar y oportunidad de desarrollarse con plenitud hacia la vida adulta. Los niños y jóvenes están sentando las bases de su futuro competencial (cognitivo, emocional-afectivo, formativo, etc.) para afrontar la vida adulta, individual y como miembros de una sociedad. Cualquier interrupción y desvío de este desarrollo tiene consecuencias que se proyectan individual y colectivamente hacia el futuro.

Por otra parte, para finalizar, apuntaría algunas líneas de futuro que creemos deberían mejorarse y reforzarse, como es la tarea preventiva inicial al trabajo educativo y coeducativo, la intervención más temprana con adolescentes, las primeras relaciones de pareja, el acoso y la expresión de la violencia machista a través de nuevos canales como las redes sociales.

¿Sabías que...?

El Máster en Prevención y Tratamiento de la Violencia Familiar se basa en la convicción de que para afrontar este fenómeno es necesario contar con profesionales que dispongan de una formación adecuada y de una visión multidisciplinar de la violencia familiar. La capacidad de análisis y detección debe ir seguida de una capacidad de actuación, de modo que se garanticen unas intervenciones comunes y específicas sobre la prevención, la detección y el tratamiento de la violencia hacia la infancia, la pareja y las personas mayores.

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1 Comentario

GABRIELA

La mujer tiene en sus manos una parte a la solucion de este problema de violencia familiar, La mujer o mejor dicho, nosotras, criamos a los hijos directamente, si les ofrecemos un hogar estable, si los criamos enseñandoles que el amor al projimo es lo primero en la vida, en las nuevas generaciones disminuira la agresion fisica y sicologica.
Lastimosamente, practicamos el sexo muy tempranamente, somos madres sin haber formado un hogar bien establecido y ponemos a los hijos en segundo lugar buscando primero nuestra felicidad, asi, les ponemos padrastros que no los quieren, malogrando su juventud o niñez, El estado en aras de la libertad, permite que el sexo se muestre en todo tipo de publicaciones masivas, motivando a las criaturas a tener una sexualidad precos, y el sexo se convierte en una diversion mas perdiendose el sexo responsable

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